El fallo de la Corte Suprema que validó la condena a Cristina Kirchner a 6 años de prisión y la inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos generó en el FIT-U y otras tendencias que orbitan a su alrededor un posicionamiento erróneo y claudicante en defensa de la democracia burguesa.
La mayoría de las corrientes que denuncian “la proscripción” esgrimen más o menos el siguiente argumento: “Aunque no compartimos las posiciones ni el proyecto político de la expresidenta, consideramos que este fallo es un grave ataque a las libertades democráticas, ya que la Corte Suprema y el gobierno se arrogan el derecho de decidir quién puede ser candidato y quién no, privando a una parte importante de la población de la Argentina del derecho de elegir”. Esta explicación es aberrante, ya que se podría utilizar también para el caso de Bolsonaro en Brasil o en Francia con Le pen, por poner algunos ejemplos. El mismo demuestra hasta dónde se puede llegar cuando se pierde totalmente el contenido de clase.
Bailando en el balcón
Mención especial merece el Partido de Los Trabajadores Socialistas (PTS), corriente mayoritaria dentro del FIT, cuyas figuras parlamentarias, no conformes con haber acudido rápidamente a la sede del PJ a solidarizarse con Cristina, y comparar la condena a CFK con la persecución a los piqueteros, fueron a reunirse con La Jefa en su departamento de Constitución, donde se supone que cumplirá la prisión domiciliaria, para ofrecerle su apoyo a todas luces incondicional. Mediante esta claudicación sin precedentes ante una representante de los capitalistas, han cruzado la línea de clase, situación de la que por lo menos les será muy difícil volver. A la luz de los acontecimientos, hay que reconocer que nos quedamos cortos cuando advertíamos, allá por el 2006, cuando los miembros más antiguos de nuestra corriente fueron expulsados del PTS, las consecuencias del giro parlamentario que quería imponer la dirección. Lo cierto es que, para la actual orientación, en estos años la dirección del PTS preparó al partido primero teóricamente, abandonado la teoría de la Revolución Permanente para reemplazarla por Gramsci y otros enfoques posmodernos de moda en la academia, y luego organizativamente al liquidar sus organismos partidarios en una agrupación laxa de fisonomía amorfa. Hoy están listos para la conciliación orgánica con el capital, como ala “woke” del peronismo. Si aún queda en este grupo algún cuadro o viejo dirigente que recuerde cómo era ser trotskista, debería romper con esta dirección liquidadora y luchar por retomar un camino revolucionario.
Al PTS, en la cruzada, también lo siguen IS y obviamente el MST, un viejo conocido impulsor de frentes con sectores patronales. Menudo problema para el Partido Obrero, que debería romper con el FITU, si no fuera porque su propio centrismo lo hace incapaz de dar una lucha política consecuente por la independencia de clase. Sus concepciones campistas (históricas del altamirismo), que antaño tuvieron su correlato en el voto a Chávez y a Evo Morales, sobreviven y se reeditan hoy como ala izquierda de un supuesto campo democrático en contra de lo que llaman un "régimen de proscripción política". Una posición no muy distante de la del grupo de Altamira, que planteó que hay un "golpe de estado judicial".
El concepto de “centrismo” se emplea para designar formaciones políticas que oscilan entre reforma y revolución. Esto expresa que están en su momento reformista ortodoxo, ya que llaman a defender supuestas libertades democráticas, apoyándose en el PJ y en instituciones totalmente reaccionarias. Se acercan así a corrientes de conciliación de clases y marchan con la propia burocracia sindical definiendo que son, en este periodo, organizaciones opositoras al gobierno de Milei y opositoras por izquierda al peronismo. Toda una definición para liquidar la idea de partido revolucionario y ser simplemente partidos políticos como ala izquierda del régimen. Esto es un salto en la adaptación de un sector del centrismo al régimen burgués y la forma de dominación del Estado, que es la democracia burguesa.
Luchar contra el capital y sus envolturas democráticas
Vivimos en un sistema capitalista, no somos libres para decidir nada. No confundan a la clase obrera, tras la igualdad formal que nos venden está la desigualdad social como forma de dominación mediante las instituciones.
La clase obrera puede hacer justicia de clase, tenemos que mostrar a nuestra clase una transición revolucionaria para romper con las ataduras de la explotación y la opresión. Las relaciones de fuerzas no se determinan en las instituciones estatales, sino en la producción. Hay muchos ejemplos en los que los trabajadores pudieron ejercer su justicia, como fueron los tribunales industriales en Rusia o las decisiones sumarias en los soviets sobre el destino de algunos burgueses. Nosotros peleamos por la destrucción del Estado burgués, por desarrollar las etapas de la dictadura del proletariado. Somos conscientes de que es muy “piantavotos” lo que decimos, pero su política es llevar a un sector del proletariado a una conciliación de clases con nuestros enemigos.
La política del centrismo es parte de un acerbo histórico de sus corrientes madres, que, en otras ocasiones, en el plano nacional o internacional, terminaron siendo funcionales a corrientes pequeñoburguesas o burguesas en nombre de la defensa de la democracia o de revoluciones nacionales.
Debemos intentar formar una nueva generación de revolucionarios que rompan con el legado del morenismo, el lambertismo, el mandelismo, corrientes forjadas en la posguerra que no han pasado la prueba y sólo llevaron al trotskismo a adaptarse a cualquier movimiento, a ser estatistas y redistribucionistas y a acrecentar aún más la crisis de dirección.
La condena a CFK es una pelea entre ellos, mostremos una política independiente a esta descomposición. Somo la única clase que puede y debe dar una salida a esta crisis y enterrar para siempre este cadáver insepulto del capitalismo.
No olvidemos quién es CFK y todo lo que hizo en su carrera política en contra de nuestra de nuestra clase y, en especial, de su vanguardia. No hay que ir a ninguna marcha por CFK ni acción en su defensa, confiemos en nuestras propias fuerzas.