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Dos años después del 1-O catalán y de la fallida declaración de independencia de Cataluña, vuelven a ser protagonistas las movilizaciones en las calles de las principales ciudades de esa Comunidad Autónoma. La chispa que volvió a encender las calles fue el dictado de sentencia por parte del Tribunal Supremo de Madrid, el 14 de octubre de 2019, en el cual se condena por los delitos de rebelión, sedición y malversación a Carme Forcadell, Lluís María Corominas Díaz, Lluís Guinó Subirós, Anna Simó Castelló, Ramona Barrufet Santacana, Joan Josep Nuet Pujals, dirigentes del movimiento por la independencia, encarcelados desde fines de 2017.

En estos dos años muchas cosas cambiaron en España, pero en esencia, los problemas de fondo siguen siendo los mismos, aún sin resolverse. De la brutal represión que en 2017 ordenó Rajoy, se pasó por la destitución de ese presidente y la designación del socialdemócrata del PSOE Pedro Sánchez. En tanto, España sigue –con idas y vueltas de las estadísticas de recuperación económica- inmersa en una situación de crisis económica y social, dada por la propia crisis imperialista en su etapa de decadencia. Las dificultades para regenerar el orden institucional de manera estable exceden al enfrentamiento con Cataluña. El 10 de noviembre se celebrarán las cuartas elecciones generales en cuatro años, en medio de un clima de malestar social enorme. La inestabilidad política de cara a los próximos comicios, convocados ante la incapacidad de los partidos de ponerse de acuerdo en la formación de un Gobierno, podría provocar nuevos procesos de movilizaciones. Si bien, hasta la fecha, las encuestan otorgan al PSOE una cómoda victoria, apuntan a una recuperación del PP y vaticinan un retroceso para Unidas Podemos, Ciudadanos y la ultraderecha de Vox, no se descartan sorpresas. Tampoco un resultado electoral será garantía de estabilidad y de cierre de la crisis. El manejo del actual momento de la crisis por parte del gobierno del PSOE demuestra que este partido está tan podrido como el resto del sistema surgido del Pacto de la Moncloa. Las nuevas mediaciones como Podemos, ya mostraron su corto alcance como depositarias de las expectativas de la juventud y los sectores progresistas y se asimilaron al régimen burgués como una mediación más.

Además, todas las contradicciones que influenciaron el desarrollo de este proceso independentista en Cataluña siguen abiertas. En 2017 decíamos que el equilibrio de posguerra se está desbalanceando a partir de la incapacidad de la burguesía imperialista de encontrar una salida a largo plazo a su crisis económica, política y social. Es por esto que la tensión que provoca en Europa la aspiración de independencia de Cataluña se enmarca en una línea más general de varios países europeos: Reino Unido, Ucrania, etc., etc. Y esto se extiende, por supuesto, a las tensiones que apuntan a la ruptura de la UE: el Brexit, de crecimiento de fuerzas políticas que abogan por la salida de sus países de la UE: la derecha holandesa, el FN en Francia, AfD en Alemania, VOX en la propia España. Estas tendencias se están disputando -por ahora en el plano de las instituciones- el liderazgo burgués para llevar adelante la única receta válida para mantener su dominación: aumentar el nivel de explotación del proletariado.

 

Instituciones sujetadas con alfileres

El pasado 21 de octubre el actual presidente del gobierno, Pedro Sánchez, escribió una misiva dirigida al presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, en respuesta a sus llamados. En ella, Sánchez le echa en cara a Torra que no ha hecho lo necesario para “condenar la violencia de forma rotunda; amparar a las fuerzas de seguridad que la combaten; y evitar la discordia civil”. El presidente es tajante al pedir que se defina a favor del orden central del Estado, sin medias tintas. Precisamente, medias tintas es lo que ha caracterizada a los principales dirigentes de la Generalitat en todo este proceso, porque saben que llevar la demanda de independencia de Cataluña hasta el final no sólo implica romper con el orden del Pacto de la Moncloa, sino que puede romper el mando capitalista y desarrollar enfrentamientos que no podrán controlar. Aquí es importante aclarar que la consigna de la Junts pel Sì de Puigdemont y cía. no es precisamente “autodeterminación nacional”, sino una “república” (capitalista) que tenga el status del resto de los Estados de la UE, o sea, una nueva república imperialista. Cuestión que es totalmente improbable históricamente, pero, además, de suceder sería un engendro reaccionario. La cobardía de la burguesía catalana es equiparable a su desprecio por las masas y los trabajadores.

Por su parte, la cortante posición de Sánchez tiene que ver con la necesidad de mostrar fortaleza del poder central de Madrid, en un momento de debilidad total y peligro de desbordes sociales. 

 

¿Una generación perdida para la burguesía?

La imposibilidad de cerrar la crisis abierta en 2008 está haciendo estragos en la situación social española, particularmente de los jóvenes. En Cataluña, según publicó el diario El País, se habla de que la pobreza crónica alcanzó en 2018 al 21,3% de la población. Entre los principales problemas se encuentran la precariedad, el empleo de baja calidad y la falta de acceso a la vivienda. Entre los más afectados, se encuentra la juventud.

En las movilizaciones de los pasados días de octubre la policía ha elevado la alarma sobre el nivel de organización de los manifestantes y su alta predisposición a la lucha. En algunos puntos de Barcelona se libraron batallas de hasta siete horas con la policía. “Nunca habíamos vivido semejante violencia contra nosotros”, aseguran fuentes policiales. Destacan asombrados que los combatientes no tienen miedo a las pelotas de gomaespuma que tiran los Mossos, ni a las de goma que tira la policía, que tampoco los dispersan. Es la peor crisis de seguridad que han vivido nunca los Mossos y ha sobrepasado las previsiones de todos los cuerpos policiales, igualmente sorprendidos por tan alta agresividad. Las instituciones, incluso las fuerzas represivas, pierden autoridad; eso presagia una escalada en los enfrentamientos. Para llevar la lucha a un estadío superior es necesario que la vanguardia obrera imponga sus métodos de organización, no sólo en los combates callejeros, sino en los establecimientos de producción capitalista, para desorganizar a los capitalistas y organizar a las fuerzas revolucionarias. Posiblemente el planteo de milicias obreras cobre una importancia fundamental.

 

La necesidad de una dirección revolucionaria

El límite de las actuales luchas callejeras es que carecen de un programa claro para guiar esa energía de combate de los trabajadores y jóvenes hacia el enfrentamiento del sistema capitalista y la instauración de un nuevo orden socialista. La lucha en las calles de Cataluña excede a la vieja demanda de la “república”; en sus fundamentos se encuentran la lucha contra la explotación y la opresión capitalistas. Es necesaria una dirección obrera que acaudille al conjunto de los oprimidos. La caótica situación a la que arrastra la crisis imperialista en Europa exige que los revolucionarios planteemos con claridad los objetivos históricos que debe llevar adelante la clase obrera para dar una salida definitiva. Las tendencias antagónicas entre revolución y contrarrevolución hoy se encuentran atravesadas por un sinnúmero de mediaciones. Lamentablemente, las direcciones obreras no aportan más que confusión al proletariado en cuanto a sus verdaderos objetivos, llevando a los trabajadores sindicalizados detrás de la conciliación de clases. En el caso del “frente catalán”, del que participa la CNT, se oculta que también la Generalitat fue artífice de la reforma laboral y de la miseria de los trabajadores. La burocracia sindical de España ha sido una pata más del régimen nacido en el ’78 y actúan como enemigos de los intereses históricos del proletariado en nuestras propias filas. Y es así, que permiten que se dividan las filas obreras detrás de bandos burgueses que persiguen intereses antagónicos a los de los trabajadores. Los proletarios debemos reivindicar los métodos obreros, como la huelga general, como medio para perseguir el interés de clase: es decir, el fin de la explotación y la opresión social. Es necesario organizar la huelga general en España como método para desorganizar a la burguesía en la producción, en función de consolidar la unidad obrera. Esta tarea excede los límites incluso de España. El proletariado europeo debe tomar la palabra ante la situación de emergencia social impuesta por la burguesía y plantear una salida revolucionaria de conjunto. Para ello hay que construir un partido revolucionario con el programa de la IV Internacional.

 

Una vez más sobre la “República” y el “proceso constituyente”

El movimiento catalán opone una república ante una monarquía, parecería que el planteo viene a retomar las banderas de la guerra civil. Sin embargo, en primer término, la dirección del proceso proclama el nacimiento de una república “europea”, es decir, imperialista. Nada tiene de progresivo esto.

Este punto no debería presentar inconvenientes en ser aclarado desde la perspectiva revolucionaria, si no fuera porque numerosas corrientes que se proclaman trotskistas se han subido al tren de la República, sin tener en cuenta la dinámica de clases que subyace a esta consigna en este proceso actual. Hay que decir que este proceso implica una pelea entre fracciones burguesas, en la que una intenta ubicarse como progresiva con una idea de República. Es lamentable que ante esto la izquierda pierda el norte e intente ubicarse del lado de un bando, desligando la lucha de la noción fundamental de independencia de clase.

La mayoría de las corrientes centristas han vacilado políticamente ante la movilización en Cataluña y han apelado a la vieja receta de acompañar la movilización “democrática” de las masas, a pesar de que esto se riña con los objetivos históricos del proletariado. El policlasista movimiento democrático que se ha desarrollado, por el momento, no ha mostrado elementos de ruptura revolucionaria con el régimen burgués. Muchos plantean que hay que proponer un proceso constituyente para establecer una República independiente. ¿Cuál sería el carácter de clase de esta República democrática? Hay un primer elemento esencial a tener en cuenta para plantear el desarrollo de un proceso revolucionario: el partido revolucionario. Eso sólo puede suceder con una vanguardia organizada y decidida. También insistimos en la importancia de recordar que la revolución puede comenzar en el terreno nacional, pero se dirimirá indefectiblemente en la arena internacional, por lo tanto, el proceso revolucionario hacia la Federación de Repúblicas Socialistas deberá involucrar, al menos en una primera etapa, al conjunto del proletariado europeo. Los revolucionarios defendemos el derecho de las naciones a la autodeterminación sobre la base de la unidad revolucionaria del proletariado y la lucha insoslayable contra el capital. Esto no es lo mismo que poner en pie una república burguesa. En ese camino, la forma estatal de la dictadura del proletariado en Europa no será otra que los Estados Unidos Socialistas de Europa. Las tareas programáticas por las que combatiremos en las organizaciones obreras deben estar orientadas al desarrollo de una dirección revolucionaria. Para empezar, deberá combatir a la burguesía tanto en las filas de los que apoyan al gobierno central, como de las propias fuerzas independentistas catalanas; en este camino deberá recuperar los sindicatos de manos de las burocracias conciliadoras y desde allí organizar las fuerzas para disputar el poder en las fábricas, los servicios, etc. Es necesario llamar a todas las fuerzas revolucionarias de Europa a poner en marcha este programa, en el camino de la reconstrucción del partido internacional de la revolución socialista, la IV Internacional.

 

Publicado en Internacionales

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