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A 83 años de la fundación del IV internacional

El 3 de septiembre de 1938, en París, se realizó la conferencia de fundación de la IV Internacional, donde veintiséis delegados representaron a 11 secciones sobre 29 afiliadas (según el informe del Secretariado Internacional). Trotsky no pudo concurrir ya que estaba en el exilio en México. Varias delegaciones no pudieron viajar por diversos inconvenientes, como persecuciones o problemas económicos. Recordemos que el estalinismo buscaba impedir la formación de la Internacional. Uno de los organizadores, Klement, fue asesinado por sus agentes antes de la conferencia y se perdieron muchos documentos importantes. Erwin Wolf y León Sedov, el hijo de Trotsky, también fueron asesinados por la GPU poco antes de la realización de la misma.

Trotsky sostenía la necesidad de la formación de la Cuarta Internacional, con el objetivo de regenerar una dirección revolucionaria ante la debacle de la Tercera.  Se planteó recuperar el internacionalismo ante la reacción que significó la teoría del socialismo en un solo país sostenida por el estalinismo. Él planteaba: “el internacionalismo no es un principio abstracto, es la expresión de un hecho económico”. Quería demostrar que el programa que levantaban los revolucionarios era para luchar contra un sistema mundial y no por particularismos. “La revolución proletaria se levanta tanto contra la propiedad privada de los medios de producción como contra la fragmentación nacional de la economía mundial”, sentenciaba.

La creación de la nueva Internacional se daba en un escenario mundial que se encaminaba a la segunda guerra mundial, después de varias derrotas en procesos revolucionarios, como el español o el alemán, donde el estalinismo mostró ser una dirección contrarrevolucionaria. La tarea era recobrar una continuidad teórica y política del marxismo revolucionario, tan vapuleado en esa época.

La IV Internacional intentó formar una nueva dirección revolucionaria, con un programa de transición, que fue la expresión de las conclusiones de la revolución rusa generalizada para todo un proceso. Planteó las tareas históricas del proletariado para destruir al sistema capitalista.

A 83 años de su formación, las tareas históricas siguen vigentes, pero aún persiste la crisis de dirección revolucionaria que retrasa la revolución mundial y le da una sobrevida a este sistema capitalista putrefacto. Sacar las lecciones programáticas de las distintas tendencias centristas que dirigieron la IV Internacional hasta su virtual desaparición es una tarea necesaria para recuperar el programa de transición de la influencia estatista, sindicalista y reformistas que llevaron a que muchas corrientes degeneraran y se adaptaran al sistema capitalista.

Reconstruir la IV Internacional es intentar saldar la crisis de dirección revolucionaria y preparar la lucha por el poder, recuperar el programa de transición y desplegar la acción revolucionaria ante una crisis mundial que sigue su curso.  Desde la TRCI seguimos sosteniendo la necesidad de una Conferencia Internacional con las corrientes que aun levanten la dictadura del proletariado para avanzar en la tarea de dotar de una dirección revolucionaria a los procesos de lucha de clases que se están produciendo.

Los revolucionarios nos encontramos ante acontecimientos históricos inéditos, como los que estamos viviendo en medio de una pandemia que aceleró los procesos de crisis mundial que veníamos padeciendo: descomposición del imperialismo y de asimilación de los ex Estados obreros. Tenemos herramientas teóricas y políticas legadas del marxismo. La teoría de Marx y Engels, la teoría de la Revolución Permanente, la teoría del imperialismo, la teoría del partido revolucionario, el programa de las Internacionales en sus fases revolucionarias, el Programa de Transición y tantas lecciones programáticas de procesos vivos de lucha de clase.

A 83 años de la formación de la IV Internacional, hacemos nuestra la definición programática de la Cuarta que planteaba Trotsky: La Cuarta internacional se puede definir en tres palabras ¡Por la dictadura del proletariado!

 

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Al momento de fundarse la IV internacional, un 3 de septiembre de 1938, el mundo vivía una situación de reacción en todos los frentes. En 1936 el proletariado español comenzaba una sangrienta guerra contra el fascismo, que culminaría en 1939 con la derrota de la revolución, debido a la traición de las direcciones reformistas y centristas del movimiento obrero. En Alemania, país que antes de la Primera Guerra Mundial había visto erigirse a la organización obrera más poderosa del mundo, sufría el ascenso implacable de Hitler y sus organizaciones criminales, cuyo principal objetivo de estrangular a la Revolución proletaria comenzaba a plantearse como irreversible. También en este caso la adaptación de las burocracias de la II internacional al Estado burgués imperialista y el giro contrarrevolucionario de la III internacional dirigida por el stalinismo había abierto el camino al ascenso del fascismo, dejando al proletariado desarmado en su lucha práctica y frontal contra la burguesía. Trotsky en su lucha fraccional desde la Oposición de Izquierda venía denunciando la política errática del por entonces denominado “centrismo” burocrático encarnado en Stalin, que pasará de una política zigzagueante entre las facciones de izquierda y derecha del Partido a una posición abiertamente contrarrevolucionaria. En 1933 Trotsky, ante el ascenso de Hitler y la incapacidad de la burocracia de revertir el proceso comenzaba a vislumbrar la necesidad histórica de crear una nueva internacional. Cabe destacar que siempre la visión de Trotsky estuvo guiada por el análisis minucioso de la realidad objetiva del capitalismo mundial, ninguna táctica definida por el gran revolucionario ruso obedecía al voluntarismo. Es por esto que Trotsky planteaba queLos numerosos intentos realizados hasta ahora de crear un "segundo partido" o una "cuarta internacional" fueron producto de la experiencia sectaria de grupos aislados y de círculos "desilusionados" del bolchevismo; de ahí que su fracaso haya sido, en todos los casos, inexorable. Nuestro punto de partida no es la "insatisfacción" y "desilusión" subjetivas sino la marcha objetiva de la lucha de clases. Todas las circunstancias del desarrollo de la lucha de clases exigen imperiosamente la creación de una nueva organización de vanguardia, y sientan las premisas necesarias para hacerlo” (https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1933/julio/15.htm).

 

Como se puede advertir, la marcha de la lucha de clases, las relaciones de fuerzas, el estado de descomposición del capitalismo y sus estados; junto al proceso de degeneración de las organizaciones revolucionarias eran puestas sobre la mesa para definir una política correcta. En este sentido, la crisis internacional que sufría la clase obrera se expresaba también en los países de oriente y América, cuya principal causa era la descomposición de las direcciones proletarias, cuya máxima expresión estaba dada por el ascenso de Stalin en el país de la Revolución triunfante. La expulsión de Trotsky, los juicios de Moscú, el amordazamiento de las organizaciones obreras por parte de la burocracia en el poder fueron las bases para hacer retroceder el ímpetu revolucionario en la URSS y permitir el avance de un proceso de consolidación de una casta burocrática en el poder, prerrequisito para el posterior desarrollo de la contrarrevolución y la restauración capitalista.

 

En este panorama internacional de reacción y ante el peligro inminente de una nueva guerra, producto de las contradicciones del capitalismo mundial y las disputas entre los países imperialistas, Trotsky y los núcleos revolucionarios resistentes en el mundo corrían a contrarreloj y se disponían a preparar las condiciones para la fundación de una nueva organización con una nueva dirección que pudiese revertir el procesos de derrotas que venía sufriendo el proletariado internacional, y colocarse a la clase obrera “en los umbrales de la toma del poder”, tal como será planteado en el programa de transición.

 

En el marco de esta lucha fraccional que se venía dando desde la Oposición de Izquierda, en mayo de 1935, Trotsky volvía a discutir la necesidad de fundar una nueva organización porque consideraba que “No se puede improvisar la revolución proletaria bajo las órdenes de una dirección en bancarrota. Es menester preparar la revolución mediante la incesante e implacable lucha de clases, en el curso de la cual la dirección se gana la confianza inconmovible del partido, une a la vanguardia con el conjunto de la clase y convierte al proletariado en dirección de todos los explotados de la ciudad y del campo” (https://ceip.org.ar/escritos/Libro4/html/T07V103.htm#_ftnref4). Esta conclusión, hecha a la luz de la experiencia de las traiciones de las direcciones internacionales de ese entonces se tornaba más evidente con el avance de la descomposición del orden imperialista, que derivó en la fundación de la IV internacional, un año antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, catástrofe histórica ya anticipada por León Trotsky, gracias a la comprensión de los desequilibrios y contradicciones irresueltas por el orden mundial capitalista.

 

Como se señaló, la IV internacional es previamente alentada por la formación de organizaciones revolucionarias en distintos países, a raíz de la lucha de tendencias que el trotskismo venía llevando a cabo pese a las persecuciones. En el marco de esta lucha política, el método de elaboración teórica de los marxista debía ser “de acuerdo con la situación nacional, con el grado de descomposición de las viejas organizaciones de la clase obrera y, por último, con el estado de sus propias fuerzas en el momento dado, los marxistas (socialistas revolucionarios, internacionalistas bolcheviques-leninistas) pueden constituirse en organización independiente, o bien en fracción de alguno de los viejos partidos o sindicatos” pero “cualquiera sea el terreno y los métodos de fun­cionamiento, deben hablar en nombre de principios sin tacha y de consignas revolucionarias claras. No juegan al escondite con la clase obrera; no ocultan sus fines; no sustituyen la lucha principista por la diplomacia y las maniobras. En todo momento, y cualesquiera sean las circunstancias, los marxistas dicen abiertamente la verdad.” (op. cit.) Esta lucha principista se tornaba una necesidad ineludible ante las traiciones evidentes de la burocracia de la II y III internacional.

 

La IV internacional surgió, al igual que las viejas internacionales, producto de la pérdida de la razón de ser de las direcciones y programas que habían caducado ante las tareas de preparar las condiciones orgánicas para que el proletariado se hiciera del poder y estableciera su dictadura revolucionaria. En palabras de León Trotsky “La Primera Internacional elaboró el programa científico de la revolución proletaria, pero fracasó al carecer de una base de masas. La Segunda Internacional sacó de las sombras, educó y movilizó a millones de obreros, pero, en la hora decisiva, se vio traicionada por la burocracia parlamentaria y sindical corrompida por el capitalismo en ascenso. La Tercera Internacional dio el primer ejemplo de revolución proletaria triunfante, pero fue aplastada entre las ruedas de molino de la burocracia del estado soviético aislado y de la burocracia reformista de Occidente. Hoy, en el marco del derrumbe definitivo del capitalismo, la Cuarta Internacional, parada sobre los hombros de sus antecesoras, enriquecida por la experiencia de sus victorias y derrotas movilizará a los trabajadores de Occidente y Oriente para el asalto victorioso a las fortalezas del capital mundial.” (op.cit.).

 

El arduo proceso de preparación de los cuadros, las organizaciones y su vínculo con las masas dio su fruto aquel 3 de noviembre de 1938 en los suburbios de París, cuando los revolucionarios fundaron la nueva organización, a pesar del hostigamiento y el terror desplegado por el aparato de persecución stalinista y de los Estados imperialistas. La gran conquista teórica fue la redacción del Programa de Transición, que condensa las principales lecciones de la experiencia revolucionaria acumulada desde la revolución de octubre de 1917, combate las visiones mecanicistas y etapistas de las direcciones reformistas y prepara las condiciones para llevar al proletariado al umbral de la toma del poder.

 

2020 el año de las “esperanzas frustradas”. 

 

A 82 años de la fundación de la IV Internacional, el orden capitalista mundial se halla en una profunda crisis y la burguesía no consigue establecer un nuevo equilibrio entre las clases que le permita asegurar su dominación indiscutida. Las bases económicas del régimen están carcomidas por una crisis de magnitud colosal que viene desarrollándose desde 2008, y este año se manifiesta de manera aún más dramática con la pandemia de COVID-19, la cual viene a acelerar los desequilibrios preexistentes. Hoy el capitalismo muestra un escenario de crisis reconocido por todos los analistas burgueses. El Banco Mundial considera al respecto que esta crisis será “la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, y la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarían una disminución del producto per cápita” (https://www.bancomundial.org/). Esta situación se ha traducido en la pérdida de millones de puestos de trabajo, al aumento de la pobreza y el incremento del control policial de los estados burgueses, que mediante la política de cuarentenas han dado mayor protagonismo a las fuerzas represivas, con el fin de disciplinar a las masas, que vienen de un proceso de movilizaciones masivas que se venían acumulando desde el 2019 en América Latina, en los EE.UU., Francia y recientemente en países de la ex Unión Soviética como Belorrusia. A esto hay que agregar los procesos de huelga en Italia que son una muestra de cómo la combinación de la crisis de las relaciones de producción capitalista junto al cuestionamiento de las formas de dominación que la propia burguesía presenta como su mayor conquista: la democracia.

 

Al mismo tiempo, el mundo observa procesos novedosos, tales como la acelerada restauración en curso en los ex- estados obreros, cuyo caso más significativo lo constituye el proceso de restauración que viene llevando a cabo la burocracia del PC en China. Estas transiciones demuestran por un lado el fracaso de los programas nacionalistas de construcción del socialismo, rehabilitando la visión permanentista e internacional del análisis materialista que León Trotsky desarrolló con una agudeza inigualable. En pleno siglo XXI, retomar las conquistas teóricas del marxismo revolucionario nos permitirá analizar las nuevas coyunturas para encarar la lucha por el socialismo.

 

Ante semejante descalabro, que pone en jaque el orden mundial, las salidas a la crisis que se proponen las distintas expresiones de la clase dominante y el reformismo buscan ante todo preservar el orden de relaciones sociales existentes basadas en la conservación del Estado y el régimen de propiedad capitalista. Ante la crisis en curso, los sectores de ultraderecha buscan radicalizar a las masas desesperadas de la pequeña burguesía, usándolas como base de maniobra contra el proletariado, azuzando discursos nacionalistas y racistas. Por otro lado, los sectores del reformismo pretenden conservar la idea de un Estado de Bienestar caduco mediante políticas distribucionistas que busquen aumentar impuestos sobre el capital o aplicar subsidios como una renta básica universal. Si bien no se pueden igualar, lo que tienen en común dichas tendencias es que se oponen a la Revolución como salida a la crisis, buscando preservar el orden capitalista. El centrismo coquetea con los grupos reformistas y cede ante las presiones del movimiento espontáneo de las masas, y ensaya líneas de compromiso entre las ideas revolucionarias y las reformas sociales a través de la introducción de leyes “progresivas” para las masas o la adaptación del Programa de Transición a un lenguaje jurídico a ser votado en un parlamento.

 

Los revolucionarios no sembramos un ápice de esperanza en que las reformas consigan mejorar la situación desesperante de los millones de trabajadores ocupados y desocupados, formales e informales, migrantes o nativos, ya que mediante el análisis objetivo de la crisis en curso advertimos que las reformas que se apliquen desde la superestructura política no pueden detener las fuerzas destructivas desatadas por la crisis, que ponen una vez más a la clase obrera y a la humanidad al borde del abismo de la miseria extrema. Creemos que la única salida progresiva para la humanidad puede desarrollarse siempre y cuando se restablezca el hilo de continuidad de los fundadores de la Cuarta Internacional, luchando por la imposición de la dictadura del proletariado a través de la Revolución socialista, la cual no puede lograrse sin partido mundial de la Revolución, sin destrucción del Estado y sin una dirección y cuadros preparados para las tareas de la Transición al socialismo.

 

Juan Manuel Tornello

 

Publicado en Internacionales

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