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Francia arde

Martes, 07 Enero 2020 09:28

En medio de un verdadero torbellino internacional, marcado por la decadencia del Unión Europea, el Brexit, la guerra comercial planteada por EEUU y las crecientes tensiones militares entre esta última potencia e Irán, sumado a una serie de estallidos sociales en los países semicoloniales, como en Medio Oriente y América Latina, donde el imperialismo francés tiene ciertos niveles de influencia económica, el gobierno de Emmanuel Macron se apresta a avanzar con el proyecto de reforma previsional. Esta reforma se inscribe en el plan de desmantelamiento del Estado de bienestar y la necesidad por parte del imperialismo, en franca descomposición, de establecer un nuevo pacto entre capital y trabajo. A pesar de las protestas y los cuestionamientos, el gobierno de Macron no pretende recular, por un lado, porque no hay lugar para reformas sociales en este escenario internacional, por lo que las reformas que impulsa apuntan a atacar conquistas previamente adquiridas; por el otro, porque hay una crisis de dirección también en las filas de burguesía imperialista y, por el momento, no se vislumbra alternativa, aunque la derecha nacionalista sigue creciendo. Ante este panorama, el gobierno francés se juega al desgaste de la lucha vía negociaciones con la burocracia sindical. Mientras tanto, intentará neutralizar al ala derecha de Marine Le Pen, que representa a un sector burgués que pretende reflotar el capitalismo volviendo a un –ilusorio- mercado nacional. Y la reforma de las jubilaciones no es todo lo que hay en el tintero en 2020, también deberá encarar una reforma educativa, bajo la careta de la lucha contra la “desescolarización” y una reforma del sistema penal, visto que las fuerzas de seguridad se vieron totalmente sobrepasadas en las manifestaciones de los chalecos amarillos. Intentará suavizar los ataques con un discurso ecologista, como intento de ganarse el favor, hasta ahora renuente, de los más jóvenes. Hacia fuera, Macron quiere ser el paladín del capitalismo verde, en el plano doméstico, prepara palos a quienes se interpongan en sus planes.

 

Más de un mes y la lucha sigue

Desde el 5 de diciembre de 2019 se vienen sucediendo jornadas de huelga, conducidas por las principales centrales sindicales francesas. Esta ola huelguista corona un año caliente en el país, que comenzó con el incendio en Notre Dame y quedó marcado a fuego por las movilizaciones de los chalecos amarillos. En esta oportunidad, es el movimiento obrero el que está poniendo la impronta, aunque aún dirigido por la burocracia sindical imperialista, que intenta no quedar en el aire ante el desguace del Estado de bienestar. Se han destacado los trabajadores del transporte, en particular los ferroviarios, que tienen una vasta tradición de lucha, pero las huelgas han alcanzado importantes sectores de la producción y los servicios en todo el país. Una nueva camada de jóvenes se está fogueando rápidamente al calor del combate callejero y las huelgas.

La intención del establecimiento de un nuevo pacto capital-trabajo queda totalmente explícita en el proyecto de reforma, que el gobierno intenta barnizar de progresista con el rótulo de “renovación del modelo social”, apelando a una supuesta solidaridad entre generaciones. El gobierno de Macron ha debido cambiar las estrategias de juego, sin desistir de la reforma. De la mano de su ministro Edouard Philippe, apuntan a una ronda de negociaciones para introducir modificaciones al proyecto, pactando con la burocracia y distintos sectores sociales. Por el momento, la línea de desgaste no ha logrado aplacar las movilizaciones, que han seguido en enero y se prepara una gran jornada para el día 9.

 

Experiencia y desafíos

Francia ya había vivido importantes luchas contra la reforma jubilatoria en los años ’90, cuando Alain Juppé, el primer ministro de entonces, intentó imponer modificaciones para poner a las pensiones a tono con las tendencias neoliberales del momento. 1995 dejó importantes lecciones de lucha. A comienzo de 2020 ya se habla de que el movimiento huelguista ha superado este antecedente. La experiencia de las generaciones que vivieron esta lucha previa puede ser un valioso acervo para los huelguistas actuales, pero también será necesario aprender las lecciones para enfrentar los obstáculos que han venido desde hace décadas subordinando a las organizaciones obreras a la convivencia con la burguesía imperialista dentro de los marcos del Estado.

Las nuevas generaciones que salen a la lucha lo hacen con un gran ímpetu y libres de las derrotas de sus antecesores, pero con confusión de objetivos y con las fuerzas dispersas. Es imperioso que la vanguardia obrera tome en sus manos la tarea de construir un partido revolucionario que acaudille al movimiento obrero no sólo contra las reaccionarias reformas de Macron, sino contra el Estado imperialista y el modo de producción que éste defiende. Recuperar los sindicatos de manos de la burocracia consorte de los patrones es fundamental para desarrollar un programa obrero. Además, debemos enfrentar mediaciones políticas como los partidos que, a partir del movimiento, pretenden volver a las reformas sociales en el marco de un Estado en descomposición, al estilo del Parti de Gauche o el NPA. Por el contrario, debemos llevar adelante un programa de transición hacia la revolución socialista, por la destrucción del Estado burgués y el establecimiento de los Estados Socialistas de Europa, que no es otra cosa que la forma estatal de la dictadura del proletariado. Claramente, esta tarea excede las fronteras nacionales de Francia, incluso impone tareas que trascienden la Europa continental y ponen al proletariado francés ante tareas internacionalistas junto con sus hermanos de clase en todos los continentes contra los intereses imperialistas en todo el mundo. Las fuerzas revolucionarias que bregamos por la reconstrucción del partido mundial de la revolución, la IV Internacional, tenemos una enorme tarea por delante.

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