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La segunda vuelta en Perú ya dio un ganador, pero Keiko Fujimori aun no reconoce la derrota y ha presentado la impugnación de más de 200 mil votos.

La Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) indicó que, con el 100% de las mesas escrutadas, Pedro Castillo, de Perú Libre, ganó contra Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, las elecciones en segunda vuelta por más de 70 mil votos. De esta manera, Castillo asumirá la presidencia del Perú a partir del 28 de julio de este año.

La elección fue bastante reñida y mostró de forma distorsionada el nivel de polarización y descomposición del semi Estado peruano. Recordemos que se llegó a estas elecciones después de varias crisis políticas, renuncias de presidentes, suicidios de ex presidentes, en medio de procesos de corrupción y desmanejos de la pandemia.

El triunfo de Castillo no va a saldar la crisis política, sanitaria y económica en la cual están sumidos no solo Perú, sino toda la región. Pero es una línea institucional de la débil burguesía, en alianza con el imperialismo, de contener los procesos de masas. Castillo expresa, por la vía electoral, el descontento de sectores de masas por el deterioro de las condiciones de vida, los efectos de la pandemia y las políticas del gobierno saliente.

El 70% del trabajo en Perú es informal, gran parte de los obreros del país tiene condiciones de vida paupérrimas. La situación de la pandemia quiso ser aprovechada por el gobierno saliente, pero la conflictividad fue escalando, quizás el ejemplo más importante de este periodo fue la rebelión de los trabajadores agrícolas, que logró derogar una ley que ponía condiciones leoninas a la actividad. La situación en Perú está a tono con los procesos de lucha que se están desarrollando en toda la región como Chile, Colombia y Ecuador.    

Para la burguesía peruana, la irrupción de Castillo es lo más de izquierda que pueden tolerar dentro de la crisis en la que está sumida. Por esa razón hizo que el candidato firmara lo que se denominó la “Proclama Ciudadana”, un documento que pone como eje central la defensa de la institucionalidad, es decir, el Estado de derecho. Después de firmar ese documento Castillo ya no habla de cambiar la constitución vía una asamblea constituyente, como planteó en la campaña, sino que ahora se compromete a respetar la continuidad de las reformas constitucionales del ‘93.

Es errado el planteo de gran parte de las corrientes trotskistas de apoyar en la segunda vuelta a Castillo, poniendo como argumento que este apoyo es para que no gane la derecha. Esto ya es parte de la práctica de estas corrientes, que llamaron a votar a Evo, a Chávez, a Haddad en Brasil, por citar a algunos, mientras en sus polémicas simulan pelear por quién es el abanderado de la independencia de clase. Esta táctica electoral conduce al apoyo y a la colaboración con el Estado “democrático” y la burguesía “progresista” en la lucha contra la “reacción”. Tienen una concepción etapista, expresada en el escenario electoral, de una etapa que ya no existe históricamente. No estamos en un proceso histórico entre revolución burguesa y revolución proletaria, en el que el retraso histórico de la revolución burguesa en las semicolonias hizo que algunas corrientes del siglo 20 pregonaran la necesidad de la etapa de la revolución democrático burguesa para concluir las tareas no realizadas de la burguesía nativa. De esta manera, le asignan un rol progresivo a un sector burgués. La irrupción de la revolución proletaria triunfante en la escena mundial, la revolución rusa, modificó la etapa histórica de las transiciones revolucionarias y demostró, no solo la centralidad del proletariado para una revolución, sino que la burguesía ya es una clase contrarrevolucionaria, en todas sus variantes. No se puede explicar el voto a Castillo apelando a Kerensky, forzando una analogía que no se corresponde con la etapa, ni con el proceso histórico. Tampoco es válido para los revolucionarios el argumento de que no avance la derecha, o, en el peor de los casos, para no ir en contra de la opinión pública progresista, ya que esto es ajeno a toda política de clase.

No podemos confundir a los trabajadores y sectores combativos que se han destacado en los procesos agudos de lucha de clases que se están desarrollando en la región. Es imposible que pueda surgir una vanguardia obrera si no batallamos al interior de los sindicatos y organizaciones de lucha por un programa transicional que prepare la lucha por el poder. Por la construcción de un partido revolucionario en Perú, como sección de la IV Internacional reconstruida.

 

Publicado en Internacionales

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