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Por LOI Brasil

Los recientes bombardeos de Israel contra Irán, bajo el pretexto de la supuesta producción de armas nucleares por parte de los iraníes -ya represaliada por el gobierno persa- son, en realidad, parte de una ofensiva más del gobierno de Netanyahu que, en permanente crisis política, necesita abrir frentes de conflicto para mantenerse en el poder.

Para ello, aprovecha la carta blanca otorgada por Trump para “limpiar” la región y expandir los intereses imperialistas locales, como parte de la política desesperada del imperialismo por frenar su propia descomposición, recuperar su hegemonía y disciplinar a China en el proceso de asimilación capitalista. Sólo en el último período, el presupuesto militar de EE.UU. para Israel alcanzó un récord: 3.800 millones de dólares (con fondos extra para “operaciones regionales”), montos que financian tanto el genocidio palestino como las ofensivas contra Líbano, Yemen y ahora Irán.

Las protestas inofensivas, alejadas de las estructuras de poder, siguen estando muy extendidas, pero poco a poco empiezan a compartir espacio con acciones que atacan directamente las raíces del problema: el sistema capitalista y su industria petrolera. Mientras un barco tripulado por activistas de renombre es interceptado por las fuerzas armadas israelíes -que rápidamente deportan a sus ocupantes-, activistas de El Cairo organizan una marcha masiva hacia Rafah, ciudad egipcia fronteriza con Gaza, y estibadores del puerto de Marsella, en Francia, bloquean la salida de un contenedor de armas con destino a Israel. Estas acciones ejemplifican la única salida eficaz: de clase, independiente e internacionalista.

La respuesta de los iraníes se produce en el marco de los intereses de las burguesías locales y no tiene como objetivo la destrucción de Israel o la liberación de Palestina de la ocupación, sino simplemente mejorar su posición en el juego de intereses entre el imperialismo y las burguesías nacionales. Sólo la clase obrera internacional, con sus propios métodos, puede detener y destruir a Israel, y la clase obrera norteamericana tiene un papel fundamental para enfrentar al imperialismo -tanto internamente como en sus acciones externas-, ampliando la lucha contra la política bélica de Trump en todos los frentes.

En Brasil, tenemos otro acto superestructural convocado, cuya política se reduce a intentar influir en la opinión pública y presionar al gobierno de frente amplio de Lula (PT) para que rompa relaciones políticas y económicas con el enclave sionista. Ahora, estamos hundidos en derrotas como resultado del abandono de los métodos de clase. Tenemos nuestros propios métodos -independientes y de clase- para intervenir directamente en esta lucha. Brasil exporta acero que va directamente a las fábricas de armas israelíes, con el conocimiento del gobierno federal, que desmoraliza sus discursos contra el genocidio, tan propagado por el reformismo.

Este mismo reformismo que, junto con el centrismo, controla los sindicatos que organizan a los trabajadores del metal en estas fábricas, ¿por qué no se movilizan? ¿Por qué la política del imperialismo no está en el centro de las discusiones en nuestras estructuras de organización y lucha? ¿Por qué no vemos sectores de clase organizados marchando en la lucha contra el genocidio? ¿Por qué no hay acciones efectivas para paralizar la producción? Ni siquiera en los puertos, donde ha habido huelgas históricas, vemos acciones para detener el transporte de barras de acero a Israel, y mucho menos en la producción.

Como ya hemos dicho, parar el genocidio exige una salida obrera, que paralice la producción, impida el transporte y bloquee la circulación de armas y materias primas que alimentan la máquina genocida imperialista y sionista.

Debemos desenmascarar las políticas que centran su acción en los Estados y no en la lucha de clases. Más que nunca, debemos defender una solución obrera independiente que destruya a Israel y al imperialismo en su núcleo. En las actuales condiciones históricas, se han agotado las posibilidades de soluciones superestructurales, ya sea a través de la diplomacia burguesa como la propuesta de los “dos Estados”, o a través de la ilusoria exigencia de que un gobierno bonapartista sui generis, profundamente debilitado y sumiso al imperialismo, rompa con el mismo sistema que sostiene a su frágil burguesía nacional.

Es una tarea central recuperar las consignas antiimperialistas y rechazar los regímenes bonapartistas sui generis de Oriente Medio; estas burguesías títeres del imperialismo son traidoras a la causa palestina. El actual período de descomposición del imperialismo pone a la orden del día la recuperación de la experiencia más avanzada del proletariado, la Federación de Estados Socialistas como forma estatal de la dictadura del proletariado. La lucha contra la política imperialista, representada por el enclave sionista, debe guiar a la clase obrera internacional en la lucha por la Federación de Estados Socialistas de Oriente Medio y del Magreb.

 

Publicado en Internacionales

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