Únicamente las clases moribundas se ven obligadas a imponerle a la ciencia objetivos incompatibles con su naturaleza
Leon Trotsky, 1926
Del 23 de julio al 11 de agosto se realizó la exploración Talud IV del Schmidt Ocean – CONICET en el cañón del Mar del Plata, con observaciones in situ y colecta de especímenes mediante el ROV SuBastian, comandada por el equipo científico a bordo del R/V Falkor (too). Esto causó sensación por el uso de la tecnología y la trasmisión en vivo mediante streaming de alta calidad. Habitualmente, este tipo de campaña sólo despierta el interés de un pequeño número de personas pertenecientes al campo de las ciencias naturales o están relacionadas de alguna manera con la investigación científica, pero en Argentina se convirtió en una especie de fenómeno con visualizaciones que rondaron los 80k en su pico más alto, números muy poco habituales en lo que respecta al streaming en nuestro país. En parte como respuesta a las posiciones ideológicas anticientíficas del gobierno de Milei, en parte por hartazgo de los contenidos de los programas habituales de streaming que pululan en la web, un sector de las clases medias urbanas se sintió seducido por la propuesta. En un momento donde los propagandistas del gobierno intentan imponer una idea de ascenso social basada en la competencia individualista mercantil -idea obsoleta en la época de decadencia imperialista- esta franja de personas vuelve a oponer el conocimiento -o mejor dicho - la jerarquía del saber- como la tradicional vía de ascenso social, concepto que fuera extendido durante el boom de la posguerra con la masificación de las universidades europeas. Las altas visualizaciones generaron todo tipo de debates, donde particularmente un sector de científicos kircheristas, representado por Juan Emilio Sala, uno de los responsables del proyecto fallido Pampa Azul, cuestionaron la participación de capitales extranjeros – especialmente de la fundación del matrimonio Schmidt- como un atentado contra la “soberanía nacional” y la “ciencia nacional”. Si bien en líneas generales no se sabe exactamente los términos y condiciones del acuerdo del proyecto entre SOI y Conicet, el grupo de investigación ha dicho que el material colectado quedaría en el país mientas que el registro audiovisual sería propiedad de SOI. En este marco, llama la atención el nivel de hipocresía que maneja Sala y cía, principal sostén científico y político del acuerdo de Cabandié – Kichilof con las petroleas offshore – principalmente Shell y Qatar Petroleum - para la exploración sísmica del fondo oceánico a 300 km de la costa de Mar del Plata en el 2022 en búsqueda de petróleo. En el nombre de la “ciencia nacional” y la “soberanía” los científicos de Pampa Azul tuvieron un rol central en las audiencias públicas para entregarle la exploración marítima a las empresas imperialistas, cuestión que por ahora no viene prosperando ya que los resultados del primer intento fueron de “pozo seco”.
¿Existe una “ciencia nacional?
El sistema científico es internacional y, por tanto, obedece a las reglas impuestas por la ley del valor y la división internacional del trabajo. La demagogia kirchnerista y estatista sobre una “ciencia para el desarrollo nacional” es una abstracción en tanto y en cuanto no existe ni existirá un “desarrollo nacional” capitalista de nuestra semicolonia oprimida por el imperialismo. Pero no sólo eso. Esa idea de la investigación científica orientada “a la resolución de los problemas concretos del desarrollo nacional” en un país como el nuestro es cipaya por definición, ya que propone que las semicolonias se dediquen a la ciencia aplicada, mientras que la investigación básica sea propiedad de los países imperialistas. Si analizamos el sistema científico y su estructura, puede resultar más claro este problema
¿Quién financia tus investigaciones?
EE.UU. destina a la ciencia aproximadamente el 3.6% del PBI y la UE el 2.3%, mientras que América Latina sólo el 0.5. En esta región, los países que más invierten son Brasil, México y Argentina.
En Argentina, la gran parte del gasto ejecutado por el gobierno se canaliza a sueldos y transferencia a institutos/universidades, mientras que una proporción muy importante de financiamiento extranjero se usa mayormente para proyectos específicos de cooperación. En 2021, durante el “gobierno de los científicos” de Alberto y Cristina, los fondos estatales (organismos y universidades públicas) se destinaron en un 65% a sueldos de docentes e investigadores y 8% en gastos generales, mientras que sólo un 27% fue para proyectos de investigación. Esto significa que, si bien el Estado sostiene los sueldos de los trabajadores científicos (con un alto nivel de precarización mediante el sistema de becas), los proyectos de investigación son bancados en su mayoría por organismos multilaterales como el BID o por fundaciones y organismos de países imperialistas, lo cual, por supuesto, se realiza en base a las áreas de interés del capital extranjero.
A nivel mundial, si analizamos la distribución general por área, las ciencias exactas, naturales e ingenierías tienden a captar la mayor parte del financiamiento privado y de organismos internacionales, mientras que las ciencias sociales y humanidades reciben una mayor proporción de fondos de origen estatal directo.
En cuanto a países en vías de asimilación como China, más del 50% de la investigación en ciencias naturales y exactas es financiada por capital privado, mientras que las sociales lo son exclusivamente por fondos estatales.
En América Latina, las ciencias exactas reciben más apoyo de organismos multilaterales (BID, Banco Mundial, CAF) en proyectos de infraestructura científica o transferencia tecnológica, mientras que las sociales acceden más a convocatorias de cooperación internacional (UE, UNESCO, fundaciones). De esta manera, las metrópolis obtienen mano de obra barata para las I+D en materia de innovación tecnológica y en cuanto a las sociales para la investigación orientada a economía, administración o escuelas de negocios.
Para obtener el financiamiento de un proyecto científico, el investigador o el grupo debe presentarlo al organismo internacional a través, en nuestro caso, del CONICET, organismos descentralizados de CyT o las universidades. Luego, la solicitud es evaluada por una comisión compuesta por pares y si es aprobada, se brindan los fondos que son ejecutados por el organismo o una administradora (por ejemplo la ANPCyT que ha sido prácticamente desmantelada por Milei) En Argentina una gran parte de estos fondos provienen del BID, cuyas partidas han sido literalmente robadas por Caputo para sostener el supuesto equilibrio fiscal. Es decir, son estos organismos (BID, BM, ONGs fundaciones) los que determinan qué tema de investigación será sostenido con financiamiento.
Porcentaje del PBI destinado a la investigación científica y fuentes de financiamiento
Región |
I+D / PIB |
Empresas |
Gobierno |
Universidades |
EE. UU. (2022) |
≈ 3,6 % |
≈ 70,0 % |
≈ 18,1 % |
≈ 5 % (universidades + fundaciones) |
UE (2023) |
≈ 2,3 % |
≈ 57,7 % |
≈ 30,3 % |
≈ 1,2 % |
China (2022) |
≈ 2,6 % |
≈ 79,0 % |
≈ 17,8 % |
n/d |
América Latina y el Caribe (2023) |
≈ 0,5 % |
≈ 37 % |
≈ 56–57 % |
≈ 2 % |
Origen de los fondos destinados a la investigación en Argentina, México y Brasil
País (año) |
Gobierno |
Empresas |
Educación superior |
Fundaciones/ONG (p. s/fines de lucro) |
Sector externo/org multilat. |
Argentina (2021) |
58,6% |
21,1% |
1,3% |
0,8% |
18,3% |
Brasil (2021) |
53,8% |
43,2% |
3,0% |
≈0% |
n/d |
México (2021) |
77,4% |
17,0% |
3,2% |
1,4% |
1,0% |
Porcentaje estimado de origen del financiamiento (promedios internacionales)
(solo para proyectos de investigación, no incluye sueldos ni gastos operativos)
Área / Fuente |
Empresas |
Gobiernos |
Organismos multilaterales |
Fundaciones / ONG |
Exactas y naturales |
35–50% |
30–45% |
15–20% |
2–5% |
Sociales y humanidades |
5–10% |
70–85% |
5–10% |
5–15% |
Elaboración propia
¿A dónde van tus datos?
El objetivo de toda investigación, según el sistema imperante, es la publicación de los datos en una revista prestigiosa. Si antes la publicación era la culminación de una vida de trabajo por parte de uno o varios científicos, la idea de productividad capitalista fue desarrollándose de tal manera que hoy la publicación se ha convertido en un fin en sí mismo. En el caso de las ciencias exactas y naturales, el objeto de estudio es cada vez más acotado y parcial, y se busca obtener resultados publicables en el menor tiempo posible. Esto ha ido en detrimento de la capacidad de análisis de los científicos, donde la búsqueda de lo “novedoso” se ubica por encima del rigor científico. El desarrollo rápido de las tecnologías de procesamientos de datos y las IA y el boom del metaanálisis ha puesto de manifiesto los baches y debilidades del proceso. La especialización de la investigación científica es producto de la organización capitalista de la ciencia y el intento de aplicación de este modelo de organización a la naturaleza. De esta manera, la ciencia es mercantilizada y condenada al reduccionismo.
El sistema de publicaciones es internacional y está absolutamente regido por estas tendencias. Para que una revista sea considerada de prestigio debe estar inserta dentro de algún sistema de indexación, cuyas bases de datos las califica según criterios de pertinencia y visibilidad, revisión por pares e impacto en la comunidad científica. Entre las principales bases de datos se encuentran Web of Science (Clarivate Analytics) y Scopus (Elsevier). Uno de los mecanismos más utilizados para clasificar revistas es el sistema de cuartiles (Q1–Q4), que ordena las publicaciones según un indicador de impacto (Journal Impact Factor (JIF) en Web of Science o el CiteScore en Scopus). Las del primer cuartil (Q1) son las más leídas y citadas. En el caso de los investigadores de CONICET del área de las naturales y exactas, para poder aprobar sus informes periódicos, deben garantizar una publicación Q1 por año.
En cuanto a derechos de autor, el modelo tradicional de suscripción implica que los autores ceden los derechos de publicación a la editorial y, a cambio, la revista asume los costos de edición y difusión. En este sistema, los lectores (o sus instituciones) pagan para acceder a los artículos. Por el contrario, en el modelo open access, los artículos son de libre acceso, pero los costos de publicación se trasladan a los autores o a sus instituciones mediante el Article Processing Charge (APC), que oscila entre los USD 1.500 y USD 5.000 por artículo. En todos los casos, las revistas se quedan con el 100% del cobro de la APC y los autores no perciben ingresos por la publicación, salvo excepciones en libros o artículos con regalías especiales, que son muy poco comunes. Las revistas más prestigiosas actualmente utilizan ambos modelos (híbridas) y se quedan con el copyright de los datos publicados por los científicos. En otras palabras, si querés conservar tus derechos sobre tus datos, tenés que pagar (y en dólares)
De todas maneras, pagues o no, tus datos dejan de ser tuyos en el momento en que son publicados, y si bien es obligación citar la autoría, pueden ser utilizados a gusto y piacere por estados, organismos y empresas según su interés, sin que recibas un centavo por ello.
O sea, no hay nada “nacional”
Todas estas cuestiones demuestran que, aunque el estado te pague el sueldo, tus investigaciones dependen del capital extranjero. Parte de tu tarea entonces, es ser un “vendedor” de la importancia de tu investigación ante éste, competir con otros investigadores por los escasos recursos, y, si haces ciencia básica, demostrar que tu tema es central para acabar con el hambre en el mundo o enfrentar el cambio climático.
Tampoco es cierto que los proyectos sostenidos por el estado argentino apunten al “desarrollo nacional”. Pampa azul, por ejemplo, demuestra que no es así.
Es un hecho reconocido por todos que los temas científicos de interés son seleccionados por los organismos o empresas financiadoras internacionales, imponiendo la llamada “agenda” de investigación. Sin embargo, esto tiene un alcance mucho mayor del que se cree. El capitalismo ha moldeado la ciencia según sus necesidades y bajo sus propias reglas. Si el objetivo de la ciencia es “hacerse preguntas”, estas preguntas son necesariamente resultado de la organización social de la producción. El capitalismo no sólo te “selecciona” las preguntas, sino que te las dicta en voz baja en tu oído sin que te des cuenta. La visión burguesa individualista y elitista que predomina entre la comunidad científica impide, entre otras cosas, que lo trabajadores científicos se reconozcan como tales y puedan sacar conclusiones de esto.
La dicotomía falsa entre una ciencia al servicio de los países ricos vs una ciencia al servicio de los intereses nacionales sólo sirve para enmascarar que la ciencia no puede escapar de las leyes del capital, ya que se encuentra directa o indirectamente ligada a la producción capitalista. También aplica para las ciencias sociales. Así estudies las tradiciones de un pueblo originario, tu investigación no tiene un “carácter nacional” puesto que se encuentra regimentada por el capital imperialista. Hacer ciencia es un proceso social, y por lo tanto no puede escindirse de la organización social.
Proponer como alternativa “una ciencia al servicio del desarrollo nacional”, es encerrar al pensamiento científico en los estrechos márgenes de un estado nacional y de fronteras nacionales. No sólo es utópico, sino va en contra de su naturaleza.
Los trabajadores científicos no necesitan estar preocupados por las aplicaciones prácticas de su investigación. Mientras mayor sea su alcance, mientras más audaz sea su vuelo, mientras mayor sea su libertad de las necesidades prácticas más oportunidades tendrá de desarrollarse. Pero la ciencia no es una función de científicos individuales; es una función social. La lucha por una nueva organización social, basada en la economía planificada y la racionalización de las relaciones humanas, sometiéndolas a la razón armada con la ciencia, es la lucha por el socialismo y la única forma de romper las cadenas que atan al pensamiento científico y que socavan el fundamento mismo de la ciencia.